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LUZ MJAR

I aún más: considerada incapaz, inmoral, mero instrumento de placer, a falta de esposo, se la sometió a la autoridad del hijo mayor.

Aunque según el derecho romano, era requisito del matrimonio el consentimiento libre de los contrayentes, era el jefe de familia quien elegía el esposo, sin preocuparse de consultar a la mujer, la que encontrábase de un momento a otro, con un amo a quien rendir ciega obediencia, i un marido quien complacer incondicionalmente.

La que digna i altiva se resistía a entregarse sin amor, sufría horribles represiones, desde los golpes crueles, la privación de alimento i el corte del cabello, hasta la reclusión perpetua en el convento, habiendo imperado tal sistema hasta mediados del siglo pasado. "El amor se cría" replicaban los viejos a las objeciones de sus hijas, i eran conducidas al altar como víctimas al sacrificio.

I no sólo los padres, también los reyes disponían de la mano de las jóvenes, i cuando una mujer heredaba un feudo, la vendía al que diese más.

Se violaba así la más noble lei de la naturaleza: la del amor electivo, que es el único que debe regir la unión de los seres racionales.

En tales condiciones el matrimonio no era sino una forma jurídica que sancionaba las relaciones sexuales de los cónyuges haciendo del marido un amo, i de la mujer un instrumento de sensualidad, una reproductora de la especie, una bestia de carga... La necesidad del amor electivo quedaba latente, i surgía en la primera oportunidad ocasionando sufrimientos íntimos, sacrificios, luchas, rebeldías infidelidades i adulterios, q’ eran castigados en la mujer con la pena de muerte, como hasta el día lo autorizan muchos códigos, inclusive el nuestro, que absuelve al marido que mata a la mujer sorprendida infraganti. (1)

Dando una ojeada a la evolución histórica jurídica del matrimonio en la civilización cristiana, vemos que en los primeros siglos la intervención del