someter esas tierras y a sus habitantes a la “verdadera religión” y al “verdadero Dios”.
El miedo que tenía Cortés y algunos miembros de la expedición de regresar a Cuba y ser juzgado por traidores y ejecutados.
Cortés sabía que el gobernador de Cuba contaba con el permiso real, solo para explorar y rescatar oro. Velázquez estaba negociando en la corte la licencia para conquistar las tierras descubiertas, ya había “invertido” en dos expediciones anteriores, la de Francisco Hernández de Córdoba y la de Juan de Grijalva, quien afirmó que existía mucho oro en esas tierras. Por ello, propuso la siguiente expedición a otros españoles, quienes la declinaron por el gran porcentaje que pedía Velázquez a cambio de sub— concesionarla. Cortés aceptó la leonina oferta, planeando desde el principio traicionar a Diego Velázquez. Cortés tuvo que adelantar la partida porque el gobernador había decidido retirarle la confianza y poner a otro capitán.
De este modo Hernán Cortés salió prófugo de la ley de Cuba. No solo traicionó a Velázquez, sino a los inversionistas que habían financiado la expedición. Era su plan entrar en trato directo con la corona y quitar de en medio del negocio al gobernador de Cuba. Sin embargo, en la expedición había gente de Velázquez y hasta un pariente. De modo que desde la salida de Cuba empezó a crearse un estado de inconformidad y enfrentamiento entre los expedicionarios que terminará con el hundimiento de las naves en Veracruz, con las que pensaban regresar preso a Cortés y entregarlo a la justicia de Cuba. El retorno a Cuba significaba para Cortés y sus más allegados la
ruina económica y hasta la muerte.