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regreso de Quetzalcóatl. Sino que se enteró de que la Triple Alianza vivía un momento de debilidad y que existía un sentimiento de hartazgo entre los aliados y pueblos sojuzgados. Las reformas ideológicas y religiosas de Tlacaelel se habían agotado, existía un malestar del sangriento rito de Huitzilopochtli, comenzando con una buena parte de la dirigencia mexica y tlaltelolca. La necesidad de rectificar el camino y volver a las antiguas prácticas toltecas del culto a la figura virtuosa y espiritual de Quetzalcóatl era algo que flotaba en el ambiente, especialmente que se cumplía el ciclo de 52 años en el que el año "uno caña" podía ser el del profetizado regreso, toda vez de los extraños presagios ocurridos antes de 1519.

Malinche representó el arma religiosa e ideológica más efectiva que tuvo Cortés para engañar al Consejo Supremo mexica y a los tlatoanis de Cempoala, Tlaxcala, Texcoco, entre otros. Cortés supo qué decirles y cómo engañarlos gracias a la información que le daba Malinche.

Por la propia historia personal de Cortés, Malinche fue un ariete de Cortés. No solo procreó un hijo con ella, sino con varias indígenas de manera abierta, pues era una costumbre indígena que los Señores podían tener varias mujeres y Cortés se asumió indistintamente como “un Señor” enviado de Quetzalcóatl y de Carlos V, de acuerdo como le convenía en cada caso. Cortés en un momento “regalo” a Malinche a

otros capitanes.

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