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Fray Bernardino de Sahagún.

La heroica defensa de México—Tenochtitlán nos habla de la voluntad inflexible y el código de honor de los aztecas. Es un ejemplo ante la tragedia de todo un pueblo, no solamente de los guerreros defensores. Pero también nos habla de la poca calidad moral y ética de los atacantes europeos, quienes en sus textos no dejan de alabarse y de achacar todos los crímenes que ellos cometieron a sus aliados indígenas. Bajo el pretexto de que “odiaban a los aztecas”, las matanzas, saqueos, violaciones y ultrajes que sufrió el pueblo azteca se los cargan a la cuenta de sus aliados indígenas. Sin embargo, sabemos que los anahuacas no tenían estas salvajes costumbres, que sí tenían los europeos en general y los españoles en particular, después de venir de una larga “guerra de reconquista”, que aplicaron a pie juntillas en el Anáhuac.

“Según los españoles, y los indígenas de su partido, Cuauhtémoc fue hecho prisionero al intentar huir. Hablan, incluso, de que tuvo la insensata ocurrencia de hacerlo no ocultamente, sino adornado de punta en blanco y en una lujosísima canoa, por lo que García de Holgín pudo conocerlo “en el arte y riqueza de él y sus toldos y asiento en que iba”. Solo Fray Francisco de Aguilar, ya viejo y sin ningún interés en quedar bien con nadie sino con Dios, a cuyo juicio pronto se presentaría, reconoce que “...Cuauhtémoc se metió en una canoa chiquita con un solo remero (...) fue a topar con un bergantín del cual era capitán García de Holgín, el cual lo prendió...”


Eso mismo es lo que dicen los mexicanos: su Tlatoani jamás pensó en la vileza de huir, antes muy al contrario, él con los suyos hubiera querido morir pelando, pero se le tomó preso a traición cuando, espontáneamente y confiado en sus

promesas, se dirigía a tratar los términos de la rendición”...

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