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El momento histórico para los aztecas es de una dimensión catastrófica. Están luchando contra fuerzas divinas que castigan la histórica trasgresión de la filosofía y la religión de Quetzalcóatl. La pandemia de la viruela es interpretada como una acción propia de su mundo mágico cosmogónico. Todo lo que se está viviendo es algo fuera de lo normal y la única explicación es el cumplimiento de un inexorable castigo por la profecía del regreso de la Serpiente Emplumada.

Los españoles por su parte están aterrados y enfrentados. Los 1500 hombres que trajo de Veracruz se sienten engañados. Cortés les hizo creer que tenía bajo control a la México—Tenochtitlán y ahora están sitiados sin ninguna posibilidad de ser rescatados. Lo único que los une es la ambición del fabuloso botín que tiene Cortés en el palacio de Axayácatl. Cortés es presionado con amenaza de un motín sí no lo reparte, y que cada quien cargue con lo que le toca.

“De esta forma todos los españoles se llenaron las bolsas, hasta las bocas las llenaron de oro y de plata. No se fijaron para nada en los preparativos de la guerra, pues empacaron todo el oro y la plata y llenaron sus bolsas. Y una vez que llenaron de esa forma sus bolsas, se alegraron mucho, puesto que se irían, se perderían en la noche, con la noche saldrían a escondidas…” Cristóbal Castillo del Castillo.

Cortés estaba perdiendo el control de la banda de forajidos.

La circunstancia estaba de “sálvese quien pueda” y dentro de

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