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La historia la escriben los vencedores. Sin embargo, resulta extraño que sí el Tlatócan y la nobleza mexica se había resignado al regreso de Quetzalcóatl y habían aceptado someterse a la autoridad encarnada en “su embajador”; no se puede entender qué fue lo que los llevó a revelarse ante tan alta autoridad, tomando en cuenta que el respeto a la autoridad es uno de los valores más importantes de la civilización del Anáhuac.

Ante la Matanza del Templo Mayor, que fue el detonante de la escalada de violencia y muerte de la Conquista de México Tenochtitlán existen dos versiones. La de los hispanistas que afirma que Cortés después de “vencer heroicamente” con un puñado de sus hombres de Pánfilo de Narváez, regresó a México Tenochtitlán y encontró desierta la ciudad. Cuando llegó al Templo Mayor y se dirigió al palacio de Axayácatl, de inmediato fue rodeado por los insurrectos mexicas, por lo cual se refugió con la gente que había dejado al frente de Pedro de Alvarado.

LA MATANZA…tan grande como la deshumanización de los verdugos.

Cortés y sus asesinos rompen, por el exceso de codicia y vileza, la débil línea que sostenía su poder.

“Pues así las cosas mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los españoles toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra.

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