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XVI.- LA CODICIA...
...la madre de todas las degradaciones humanas.

Cortés estando en el palacio de Axayácatl mandó poner el botín robado y los regalos entregados en una gran sala, para valorarlo. Los españoles tuvieron que construir ellos mismos las balanzas y pesas, pues los aztecas, grandes matemáticos, no desarrollaron los sistemas de peso, fundamentales para los europeos. Esto, lejos de ser una “deficiencia”, nos habla de que los anahuacas no sustentaban su cultura en el comercio, la plusvalía y la ganancia. El trueque era la forma de intercambio y llega hasta nuestros días, en los descendientes culturales directos del Anáhuac.

“Después de fundir las maravillosas obras de arte[1] y convertirlas en “tejos”,[2] y pesarlo, así hallaron que era de unos 162.000 pesos oro, suma que, según cálculo hecho el siglo antepasado, equivalía a unos 6.300.000 dólares. En el siglo XVI era esto una cantidad tan fabulosa, que podemos suponer con bastante fundamento que ningún soberano europeo tenía atesorada tal suma en aquella época.” (Dioses, tumbas y sabios” C.W. Ceram). 1949.

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  1. Alberto Durero cuando vio parte de estos tesoros que Cortés envió a Carlos V escribió en su diario en 1520: “Y nada he visto a lo largo de mi vida que haya alegrado tanto mi corazón como éstas cosas. En ellas he encontrado objetos maravillosamente artísticos y me ha admirado de los sutiles ingenios de los hombres de esas tierras”.
  2. Los tejos eran pequeñas barras de oro y plata que los españoles hacían de fundir las joyas que robaban a los indígenas.
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