Había en su conversación mucho de efecto cómico. Por ejemplo, al encontrarse con un joven para él desconocido, que le dice:
— Señor don Joaquín, usted no se acordará de mí.
— No recuerdo, en efecto....
— Yo soy el hijo de doña Fulana....
— ¿Doña Fulana?....
— La señora del Intendente.
— ¿De don Manuel?
— Justo.
— ¿De Valladolid?
— ¡Eso es!
— ¡Fulana! Ya recuerdo. ¡La he conocido mucho á mamá!
— Mucho, ¿verdad?
— ¡Muchísimo! ¡Se la pegamos á su papá de usted el año del cólera!
Sería interminable la colección de sus frases, que en todos los teatros y restaurants de moda han quedado como recuerdo indeleble de aquel excelente hombre, que, después de todo, se ha muerto sin hacer daño á nadie, lo cual es, dados los tiempos, mérito muy raro.