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E. BLASCO.

A su muerte, la prensa de Madrid ha reproducido las frases más conocidas de aquel viejo, limpio hasta la exageración, sonriente con todo el mundo, y conocedor de los hombres y de las cosas como pocos. Los autores dramáticos que le rodeaban han aprendido de sus labios no pocos chistes y no menos sentencias. Otros, con una falta de respeto censurable, le han copiado en escena, ayudados por los cómicos, que se vestían á la manera original, sin dejar de ser distinguida, del ex buen mozo, que á los sesenta y pico de años conservaba una figura militar de las más correctas.

Era, en fin, un tipo madrileño que ha podido repetir al espirar lo de non omnis moriar, no moriré del todo.

No hace aún un mes que los diarios de Madrid trajeron á París la noticia de haber hecho un periodista conocido una ascensión en globo.

Se dió al acto gran importancia, porque realmente era un acto de arrojo y porque era la primera vez que sucedía.

— Antes de quince días — le decía yo á Luque leyendo los detalles de la ascensión — habrán subido veinte ó treinta españoles más.

Y sin querer me acordé de Barrutia, que repetía constantemente una frase suya exactísima : «La envidia — decía — es entre nosotros el vicio nacional. »

¡Cuántas veces ha podido y podrá aplicarse esta observación de hombre de mundo!

Acaso ha perjudicado á su notoriedad no haber sido