Su conversación, como su persona, era triste. Todo lo veía bajo un prisma distinto de los demás mortales. En cuanto tenía un puñado de duros, se iba á Toledo ó al monasterio de Veruela.... no vivía á gusto sino en lugares aislados y melancólicos; había algo de trapense en aquel hombre á quien González Brabo admiraba mucho. Pretendía de conservador, sin duda porque el lujo, la fastuosidad de que hacen alarde estos partidos se acomodaba mejor con su temperamento de artista. Hay pocos hombres que sepan sentir la democracia vestidos de limpio, y Becquer era uno de ellos.
No es un secreto para nadie que el poeta estuvo ciegamente enamorado de una hermosura que no debo nombrar porque existe todavía y tiene ya legal y legítimo dueño. Muy hermosa criatura, pero sin seso. Un admirable busto como el de la fábula, y muy incapaz de comprender las delicadezas del hombre que quiso vivir para ella. A él no le importaba; sabia que era ignorante, vulgar, prosaica,
- pero
- es tan hermosa!
exclamaba en sus versos; porque Becquer era esclavo de la forma, artista desde la planta de los pies hasta el cabello.
¿Cómo se explica que después de esta pasión malograda y no comprendida, fuese á caer en las vulgaridades de un matrimonio absurdo? Aun vive su viuda, á