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E. BLASCO.

Después de todo, y aunque haya muerto pobre y un si es no es olvidado, deja un grato recuerdo este actor singular, en quien siempre se estimó á la vez al artista y al caballero, y ha llenado su vida amando lo que hay que amar para sentir las grandes emociones que hacen dichosa la vida: el arte y las mujeres. ¡Cuántas le habrán llorado, y cuántos nombres bonitos acuden á mi memoria en estos momentos!....

No, no los diré, no haya miedo; ya sabéis, oh dulces amigas del amigo desparecido, que sé guardar un secreto; pero sí quiero pediros un favor, porque yo estoy muy lejos y las flores no pueden viajar, porque no viven más que un día. Una de vosotras, la que más le quisiera, compre por mí un ramo de rosas amarillas, envuélvalas en este periódico y colóquelas encima de la tumba de aquel á quien tantos aplausos debo.