tro Español fué una reunión íntima de gente ilustrada.
Yo he creído siempre que su salida del teatro Español fué el principio de su enfermedad y de su muerte. Acostumbrado á vivir allí, y obligado después á recorrer teatros que iba elegantizando á medida que pasaba por ellos, tenía la nostalgia del antiguo corral de la Pacheca. Como Gayarre, solía decir que le repugnaba trabajar en teatros feos. Y luego, recorrer las provincias, hacer las comedias tan pronto en la Coruña como en Segovia, hoy en Cuenca y mañana en Sevilla, suspirando siempre por su Madrid, y viendo, como él decía, «el teatro á doce cuartos por hora»; viajar con la compañía, él que estaba acostumbrado á pasar sus veranos en una hermosa casa de campo ó á orillas del mar, como los ricos.... todo esto le produjo una melancolía sorda y disimulada. A París me escribió tres años ha y decía, entre otras cosas: «¡Ay, amigo! D. José Valero con sus años y yo con mis gustos, andamos por los pueblos como cómicos de la legua....» Notábase, á dos días de distancia, que el artista estaba muy triste. Por entonces se pagaban en Madrid á cinco duros las butacas para oir á una cómica francesa.
Ilustradísimo y con una educación literaria rara entre los actores españoles, á ratos perdidos hacía lindos versos; y entre el fárrago de papeles y notas que yo conservo para publicarlos cuando sea viejo, hay unas traducciones en verso de poesías de Coppée, hechas por Catalina, que pueden competir con los originales.