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E. BLASCO.

bien el drama, sostengo y sostendré siempre lo contrario; hacía en él lo que podía, y como nos sucede á todos, quería hacerlo precisamente porque era un género al que no se adaptaban sus condiciones especiales. No diré que lo hiciera mal; pero el actor que acaba de morir era un artista de comedia, y en ella brilló siempre como pocos. Nadie ha recordado á su muerte su manera de hacer El pañuelo blanco, No la hagas y no la temas, El anzuelo, Jugar al escondite y otras comedias mías; sin duda ha sido por no tener que acordarse de mí; pero éstas son pequeñas miserias que dentro de cincuenta años habremos olvidado todos. Yo, sin embargo, tengo la obligación de recordar aquellas obras, no porque sean mías, sino porque en ellas hacía Catalina verdaderos primores.

Le conocí por el año de 1868, en los albores de la revolución, de la que no quisiera él ser testigo, porque aunque no tuvo nunca el mal gusto de ocuparse de política, Catalina era conservador. Ni podía ser otra cosa, dados sus antecedentes de familia. Pariente cercano de Severo y de Mariano Catalina; relacionado íntimamente con las personalidades más altas del partido que acababa de caer, íntimo amigo de Rubí, de Tamayo, de Fernández-Guerra; inseparable de aquel pintor Manuel Castellanos, sin cuya presencia y conversación no sabía hacer nada; acostumbrado á que su sala del teatro Español fuera un salón aristocrático, pues tenía por abonadas á las damas más ilustres, en cuyas casas hacía de