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E. BLASCO.

Ahora que las Memorias están en moda, á las biografías extensas y fastidiosas han sucedido las notas intimas y las anécdotas ignoradas. En la vida de Catalina hay tantas, que podrían llenar capítulos enteros de una obra dedicada á contemporáneos de notoriedad.

Desde luego habría que hacer constar el gran efecto producido por aquel joven abogado, hijo de una distinguida familia, ilustradísimo y nacido en tan buenos pañales, que huyendo de los pleitos y dando el escándalo (para aquellos tiempos) de dedicarse al teatro, comenzaba su carrera haciendo aquel disparate cómico popularísimo que se llamaba El Duende, y que durante muchos años hizo las delicias del público de Madrid. El Duende fué la base de la zarzuela en España, y mientras duró el éxito de aquella quisicosa. Catalina comenzó á tener la doble notoriedad de actor y de hombre distinguido. La mitad de su boga consistió en su persona, y esto contribuyó muchísimo desde los comienzos de su vida artística á procurarle muchos enemigos.

Yo no sé en qué consiste, ni quiero estudiarlo, pero es un hecho que entre nosotros, allá en aquella adorada España tan franca y tan expansiva, la distinción y el refinamiento de la persona no gustan, por regla general, siendo popular, en cambio, el descuidado y sencillote. Cuando se recuerda que para quinientos mil habitantes apenas tenemos en Madrid seis casas de baños, y cuando en plena fiesta de toros, delante de las seño-