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E. BLASCO.

mos? — le dije. — Pero, hombre, ¿es posible oir en calma que á Faust le llamen Monsieur? exclamaba riendo.

Ah, Monsieur,
Je ne suis pas demoiselle....

¡Y Gayarre tiene razón! Hay cosas que no pueden ser, y el francés no es el idioma de la música, ni lo será nunca. Cuando Elena Sanz me hace oir el Lago como ella lo canta, la poesía de Lamartine no me parece tal.

La música, al viajar por Europa, salta desde los Pirineos á los Abruzzos; si se detiene aquí, se pone mala.

Gayarre llegó á Lisboa anteayer. Este tenor sí que será remedio á toda pena, y no aquel médico que se anuncia en Lisboa como curador dos homes emponzoñaos.