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E. BLASCO.

Adolfo Bayo, pues, es el financier de que hoy me ocupo.

El único que es á la vez banquero é industrial, el único que aspira á dejar su nombre en algo más duradero que la letra de cambio aceptada y pagada.

Bayo es cosechero, pero cosechero de lujo. Como Rothschild, quiere tener su cru, desea que conste que emplea su dinero en la producción nacional. Estima en más una medalla en cualquier Exposición vinícola que los aplausos del Senado, al que apenas asiste, porque Bayo no ha buscado la política, la política le ha buscado á él. Es de esos senadores que busca y hace todo Gobierno conservador, porque representan intereses sólidos, macizos, producto del trabajo y de la honradez.

Cuando algún banquero nuevo de París desea en Madrid un corresponsal serio y de indudable crédito, procura ponerse en relación con lo que aquí se llama la casa de Bayo y Tapia, ó de Tapia, Bayo y compañía, que es la casa de Adolfo Bayo, antigua, sólida, fuerte, como que viene heredándose de padres á hijos.

Bayo es un hombre moderno que no vive sino viajando. En París se le encuentra á cada instante en el boulevard, en las cercanías de casa de Anguiz, su criado de paso. O va á Londres, ó viene de Italia, ó vuelve á Madrid, ó prepara un viaje al Pirineo.

Y así como otros viajan por placer cuando han llegado á la altura de la fortuna, Bayo va buscando las