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Ricardo Palma

En el convento de Santo Domingo de Manila, estando un religioso en el coro vió entrar á nuestro padre san Francisco en la capilla mayor, el cual, por señas, le ordenó que se retirase á los claustros. Un minuto después de salido éste, se derrumbó el coro.

Habiéndose un caimán comido el costado derecho de un indio, llevaron, en la noche, el cadáver á la iglesia para darle sepultura, y el obispo dispuso que hasta el día siguiente se dejase al pie de la imagen de san Francisco. Por la mañana hallaron el cuerpo íntegro, sin faltarle lo devorado por el caimán, y lo enterraron.

Doce mil chinos fueron á demoler y quemar el convento de san Diego; pero no lo toleró el santo, porque, á cordonazos, arrojó á los enemigos en el río, donde se ahogaron muchos, pereciendo los restantes á manos de la guarnición española.

¡Valientazo el san Diego!

Una escuadra holandesa de doce navíos comenzó á batir la fortaleza de Cavite, junto á la cual se alzaban la iglesia y el con-