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Sánchez Carrión, un poco enfermo, hacía ejercicio por la mañana, y al regresar á su casa tomaba un vaso de horchata que le tenía preparado su sirviente. El enemigo de Sánchez Carrión se aprovechó de esta circunstancia, y cuando había salido á hacer el paseo, entró á la casa de Sánchez Carrión aquel general*** y le dijo al sirviente que le trajesje fuego para encender un cigarro, y luego que se fué éste á buscar el fuego, derramó sobre la horchata los polvos que llevaba en un papel, y se retiró después de haber encendido su cigarro. Regresó á su casa Sánchez Carrión, bebió la horchata, se envenenó y murió á poco tiempo en Lurín.

Pasado algún tiempo, una señora reveló á Bolívar este secreto que ella había descubierto.

Cuando el Libertador me refirió esto, todavía se horrorizaba de que hombres de buena posición social hubieran sido capaces de semejantes crímenes, el uno mandando asesinar á Monteagudo, y el otro envenenando al asesino.

Pero cuando Bolívar me hizo estas confidencias, todavía estaba vivo el general*** y me recomendó el secreto mientras él existiera, y que no descubriera al que envenenó á Sánchez Carrión sino en una época remota, juzgando que podría yo sobrevivir para dar á conocer la historia de estos crímenes, historia que confió también á otro de sus ayudantes de campo el general Florencio O'Leary. Y ¡quién creyera! El envenenador de Sánchez Carrión fué también asesinado por un enemigo personal suyo:— quien á cuchillo mata, á cuchillo muere.

En otra ocasión descubriré el nombre del general***. Bolívar murió sin saber el fin trágico del envenenador. ¡Lo que es el mundo!


Popayán, 20 de Septiembre de 1878.

Tomás C. de Mosquera.