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señor Villa, nuestro representante en Bogotá, hacía siempre hincapié, por encargo especial del Libertador, en estas frases: —«Colombia no ha necesitado de nadie para ser libre— bastóle »el esfuerzo de sus hijos:— ella supo emanciparse con sus pro»pios recursos.»

¿Era noble, era generoso herir así el sentimiento nacional de los peruanos? El Perú pagó, con profusa liberalidad, la cooperación de Colombia, y tributó al Libertador honores que á nadie acaso se habían dispensado sobre la tierra. Por lo mismo que Bolívar daba constantes pruebas de no amarnos, habíamos tomado á empeño el conquistarnos su afecto. Humillábamos ante él nuestro orgullo, y pagábamos lo que se llama la deuda de gratitud, hasta con el sacrificio de nuestra dignidad.

¿Quién no ha leído la proclama dada por el Libertador, antes de la batalla del Pórtete de Tarqui, proclama que termina con esta frase que se "ha hecha popular:— iíi presencia entre vosotros será la señal del combate?— En ese clásico documento, son clásicos también los insultos. La perfidia del Perú, la abominable conducta y la ingratitud de los peruanos, esos miserables que intentan profanai' á la madre de los héroes, etc.— He aquí cómo nos retribuía Bolívar el incienso que á sus plantas habíamos quemado los peruanos.

¡La magnanimidadi ¡¡La clemencia de Bolívar!! Magnánimo y clemente para salvar la vida del ruin asesino de Monteagudo. Pequeño y cruel para condenar á un peruano del talento de Berindoaga, cuyo crimen no pasó de debilidad de carácter ó de error político. El Cabildo de Lima, el clero, las señoras, todo lo más selecto de nuestra sociedad intercedió i>or la vida de Berindoaga. Bolívar tuvo la satisfacción de humillar á todos con un desaire. La Independencia era un hecho consiunado; todo peugro había desaparecido; la bandera de España no flameaba ya en ningún pueblo de Sud-América; la causa de la libertad no exigía ya holocaustos ni víctimas expiatorias; pero las exigía el amor propio de Bolívar, herido por los arliculos que contra él escribiera Berindoaga; y Berindoaga fué sacrificado.

Bolívar pudo considerar dignos de su maguanimidad á sus