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El señor Paz-Soldán creyó que con su folleto sobre el proceso de Monteagudo, en que la casualidad es el Deus ex machina, quedaba dicha la última palabra. Yo, sin respeto al nolli me tangere, me he apoderado también del proceso; pero para sacar distintas conclusiones. No sé cuál de los dos estará en posesión de la verdad: si el que peca de candoroso, haciendo á la casualidad árbitra de la vida de Monteagudo, ó el que peca de malicioso, viendo en el suceso la consecuencia lógica de la ley de la Asamblea.

Al terminar, perdóneme el señor Paz-Soldán jjue proteste contra la parte de su crítica en que, á guisa de moraleja, dice: —«No manchemos la fama postuma de nuestros grandes hombres.»— Tales palabras pueden aplicarse al que calumnia maliciosamente, con interesado y malévolo propósito; pero no á quien con espíritu justiciero, sin amores ni odios, y teniendo por único móvil el servir, modesta y quizá útilmente, á las letras patrias, consagra sus horas al estudio del pasado. A ser práctico el consejo de mi buen amigo, al huir del examen por no herir reputaciones y susceptibilidades, tendríamos que dar siempre puesto de preferencia á candorosos absurdos y patrañas injustificables, como la de la casualidad que nos arrebató á Monteagudo.

Marzo, 20 de 1878.