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Francisco Moreira y Matute, á don Francisco Colmenares y a don José Pérez, el guayaquileño, de haberlo comprometido ofreciéndole tres mil pesos porque asesinara á Monteagudo. Según nos ha referido el coronel don Rafael Grueso, Candelario Espinosa reveló también al Libertador que había existido un complot para asesinar á éste en el baile que dió la Universidad el 20 de Enero, en celebración del triunfo de Ayacucho, crimen cuya ejecución impidieron ciertas casuales circunstancias. Más de un año permanecieron en la cárcel estos señores, sobreabundando en el proceso las pruebas de su inocencia. Al fin, fueron definitivamente absueltos.

También estuvo presa, por pocas horas, una señora de la antigua aristocracia limeña, por haber dicho, refiriéndose al fallecimiento del coronel Soler y al asesinato de Monteagudo:—Dios los perdone; tan pícaro el uno como el otro.

Estando ya la causa para fallarse por la Corte Suprema, dispuso el ministro Unanue, en 26 de Marzo, la creación de un tribunal ad hoc compuesto de López Aldana, Larrea y Loredo y Valdivieso, como vocales, y Galdeano y Tellería, como auditores, por haberse excusado el doctor don Mariano Alvarez quien fundó su excusa en que para cumplir bien con el cargo tenía que empezar por poner en la cárcel á un ministro de Estado. Aludía á Sánchez Carrión.

Fué en esta ocasión cuando el doctor don Manuel Lorenzo Vidaurre, presidente de la Corte Suprema, dijo refiriéndose a Candelario Espinoza:—Es mi dictamen que este negro oculta un gran secreto, y que ninguno de los tres á quienes acusa tiene arte ni parte en el asesinato... [1]

Vidaurre tenía una mirada de águila, era un talento privilegiado, un espíritu observador y sereno. Quizá, entre todos

  1. Don Manuel Bilbao publicó en Lima, en 1851, tratadito de Historia del Perú para uso de las escuelas, en el cual dice: que en Lima todos acusaban a Sánchez Carrión del asesinato de Monteagudo. Por entonces, á nadie escandalizaron las palabras de Bilbao. Pero en 1879, con motivo de la polémica casi continental á que dió origen mi opúsculo, escribía Bilbao, en Buenos Aires, en el número 426 de La Libertad, refutando a uno de mis impugnadores:—«Respecto al asesinato de Monteagudo, hace mal en apoyarse en opiniones de otro para contradecir á quien ha visto lo que no ha visto aún el señor Paz Soldán. Es el proceso que se siguió al asesino por el fiscal señor Zeballos: y al cual se depuso para que no llevase adelante las investigaciones. Paz Soldán no ha visto el verdadero proceso que quedó oculto. y se hizo desaparecer del Archivo por influencia de un ministro.» Añadirémos á esta numeración de Bilbao que, posteriormente, se ha encontrado parte del primer proceso, y que esta se halla hoy (1883) entre los manuscritos de la Biblioteca de Lima.