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Ricardo Palma
VII


La victoria de Ayacucho hacía á Bolívar señor absoluto del Perú.

Desde el 7 de Diciembre de 1824 se encontraba Bolívar en Lima, acompañado de Monteagudo.

El Libertador, á quien desde el 10 de Febrero de ese año había el Congreso investido de la dictadura, soñó en adueñarse para siempre del poder supremo. Pero, hombre de lucha más que de organización, necesitaba tener á su lado una cabeza que lo ayudase eficazmente en su empresa. Buscó y encontró. Ese aliado no podía ser otro que don Bernardo Monteagudo.

En efecto, el publicista argentino se unió á Bolivar antes del 6 de Agosto de 1824, pues se encontró en la Batalla de Junín entre los que formaban la comitiva del Libertador; y se consagró á preparar las bases de la presidencia vítalicia, resumidas en la Constitución boliviana del año 25.[1]

Unanue, Pando, Larrea y Laredo, Figuerola y Estenós, trabajaban también porque el sueño dorado de Bolívar se convirtiese en realidad.

Sólo Sánchez Carrión, que desde el 24 de Marzo de 1824 desempeñaba un ministerio, combatía en el seno del gobierno, las asechanzas contra la República.

El Congreso mismo, después de Ayacucho, se convirtió en turiferario del vencedor, y con pocas excepciones, era dócil juguete de la ambición de Bolívar.

Los diputados protestantes como Luna Pizarro, Mariátegui,

  1. El periodista español, don Gaspar Rico y Angulo, publicaba entonces en el Callao un periodiquito—El Depositario—del cual existió colección completa en la Biblioteca de Lima.—En el número correspondiente al 3 de Agosto de 1824, dice que Monteagudo desembarcó en Huanchaco, para reunirse á Bolívar, el 17 de Abril de ese año; y que el doctor don Felix Devoti, al verlo en el puerto, montó inmediatamente á caballo y a galope se fue a Trujillo para comunicar la noticia á Sánchez Carrión y Mariátegui, que estaban alojados en una misma casa. El caústico Rico y Angulo hace largo comentario sobre la impresión que en los dos produjo la noticia.—Un escritor uruguayo juzga en los términos siguientes el regreso del proscrito:

    «La presencia de Monteagudo en Trujillo fué un acontecimiento de verdadera trascendencia, en su vida, porque es muy posible, que desde ese instante quedará resuelta su desaparición del escenario político. En efecto: allí se encontró con sus más implacables enemigos. (Sánchez Carrrión y Mariátegui,) con los autores de su caída y de su terrible prescripción: allí, al lado de Bolívar, estaba su antagonista, el arrogante Sánchez Carrión desempeñando el ministerio. Los odios nuevamente encendidos tenían que hacer explosión, y ni la espada vencedora de Bolívar, ni la magnitud de los servicios prestados al Perú, serían bastantes á detener la oculta y crispada mano que, movida por el delirio de la pasión, se ensayaba el amparo de las sombras, para asestar traidoramente en el esforzado pecho del gran tribuno el puñal homicida.»

    (FregueiroEstudios históricos, pag, 383.)