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Ricardo Palma

bio de estrofas. Aparte de que siempre he dicho que son malas con M de Manicomio, no incurriremos en pecado gordo sacrificándolas ante la cordialidad del afecto que hoy nos liga con España. Olvidemos el pasado y abramos cuenta nueva, que ojalá perdure por los siglos de los siglos.

Pero no transijo con que se cambien los cuatro decasílabos del coro. Conservémoslos, como inmortal recuerdo de nuestros días épicos. Conservémoslos, porque ese coro lo cantaron los peruanos en el llano de Junín, después de la victoria, y lo cantaron también á la falda del Condorcunca el día en que lució el espléndido sol de Ayacucho. Conservémoslos, porque tres generaciones han sido arrulladas con las palabras de ese coro que todo peruano conserva en la memoria. Conservémoslos, en homenaje respetuoso á los próceres que nos dieron patria.

Las estrofas no se hallan en la misma condición: no son populares. A lo sumo, la menos mala aquella del largo tiempo en silencio gimió—(eso del gemido silencioso echa chispas) la saben algunos, no muchos. Para la generalidad pasará casi inadvertido el cambio de estrofas, y eso no sucederá tratándose del coro.

Un municipio de mi tierra se propuso, hará cuarenta años. que los muchachos aprendiesen geografía en los letreros de las esquinas. Los añejos nombres de las calles, que todos tenían su razón de ser porque conmemoraban un suceso ó el apellido de algún personaje, nombres todos que conservaron por dos ó tres siglos, fueron cambiados por los de departamentos y provincias. ¿Quién, en Lima, y no excluyo á los señores concejales, sabe de corrido y sin consultar el plano cuál es la calle de Quispicanchis, por ejemplo, ó la de Chumbivilcas? Todos nos atenemos á los nombres antiguos.

Cuatro cuartos de lo mismo nos pasaría con un nuevo coro. El pueblo, á guisa de protesta, gritaría en las fiestas del 28 de Julio: ¡el viejo! ¡el viejo! ¡fuera el nuevo! Amigo Gamio, lo que nos entró con el capillo, sólo se irá con el cerquillo.

Habiendo exteriorizado, desde ya larga fecha, mi opinión, convendrá usted conmigo en que me falta la cualidad más esencial en un jurado: la imparcialidad. En este asunto del himno