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Cachivachería

cuando, el Diccionario. Hay que convencerse de que la revolución en el lenguaje es una imposición irresistible del siglo xx, pues como dice Miguel de Unamuno, catedrático salmaticense, vinos nuevos no son para viejos odres.

Creo como usted, señor Amigo de Tejerina, y también mío si usted permite, que nada hay de más democrático y en que más impere la ley de las mayorías que el lenguaje. No son los doctores precisamente los que imponen tal ó cual vocablo, sino el uso generalizado, y ese generalizador irresistible es siempre el pueblo soberano... hasta en la plaza de Acho. Vea usted algunos ejemplitos en materia de acepciones y aún de género gramatical. El día en que por primera vez funcionó en Madrid el ferrocarril urbano, habló el académico don Alejandro Oliván sobre la conveniencia de dar nombre á esa novedad, y desde aquella sesión se incorporó en el Léxico la palabra tranvía, sólo que don Alejandro le asignó por género el femenino. El pueblo se negó á decir la tranvía, y á la postre su negativa se ha impuesto á la Real Academia, que nada tiene de democrática y sí mucho de autoritaria, como cuando nos enseña que llamemos lengua quechúa ó quichúa á la que desde los tiempos de los Incas hasta los de nuestros republicanos gobernantes se llamó quechua ó quichua, y lo notable es que ya hay en mi tierra dos novedosos predicadores de la innovación ortográfica. Desde la última edición del Diccionario aparece el tranvía, masculinizado (adjetivo ó participio, que aún no tiene sanción académica).

La Academia sostuvo durante siglo y medio, que el verbo verificar no admitía otra significación que la de comprobar. Verifique usted esa cuenta, era como decir compruebe usted su exactitud ó verdad. Pues dale que le darás, se encaprichó el pueblo en que verificar había de significar también efectuar, realizar, acontecer, y á la postre tuvo la Academia que someterse declarando que no era incorrecto escribir, verbi-gracia: Ayer se verificó el matrimonio de don fulano con doña zutana. Un académico, famoso por su intransigencia, y que en cada pelo del bigote se encontraba escondido un galicismo, declaró guerra sin cuartel á la locución tener lugar. Pues la locución se empeñó en vivir, y ya no hay académico que tenga escrú-