Ante tantas excepciones que me han venido al correr de la pluma, y otras que dejo en el tintero por estrechez de tiempo, me parece que lo lógico y, en mi sentir, lo más ajustado á la buena forma, es no agregar s ó sílaba pluralizadora á ningún apellido. Basta y sobra con el artículo en plural.
Y como no tengo más que decirle, ni aunque lo quisiera tendría tiempo holgado para, disertar, me ofrezco de usted muy atento remendón ó remendador de palabras, que le besa la mano.
Como la puerta de mi escritorio está entornada, siempre que en ella dan un golpe con los nudillos tengo la amabilidad, á despecho de cierto joven que dijo que el doctor Patrón y yo somos un par de ogros intratables, de contestar:—¿Quién es? y pase quien fuere.
Con la entrada del nuevo siglo me declaré escritor jubilado, me despedí del oficio de emborronar papel para el público, y guardé la pluma literaria bajo llave, jurándome no entintarla sino impelido por fuerza mayor.
Bien dice el aforismo francés: qui a bu boira, pues el intríngulis está en hacerle llegar á la nariz el bouquet ó tufillo del buen vino. Vínole en antojo á un señor que firma Amigo de Tejerina, muy señor mío y mi dueño, dar un golpe á mi puerta para hablarme de mi chifladura, si, señores. Han de saber ustedes que yo soy un chiflado del siglo xix, y que mi inofensiva chifladura consiste en preocuparme de cuestiones sobre gramatiquería y lingüística castellana. Una mala concordancia, por ejemplo, en pluma que estimo como castiza y correcta, me crispa los nervios. Nunca fumé cigarro con exterioridades de habano y realidades de hamburgués.