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Cachivachería

pañoles los de allá como los de acá, y como si no hubiera habido gobierno llamado á reprimir y castigar.

4 Aunque los indios estaban connaturalizados con el trabajo, el padre Cappa los hace holgazanes, sacando de aquí la necesidad de obligarlos al trabajo por medio de la mita. Olvida el profesor que, pocas páginas adelante, ha enseñado á sus discípulos que la ociosidad no era conocida bajo el gobierno incásico. Pero, ¿qué importa? Ahora, bajo el gobierno colonial, le convenía convertir en perezosos á los laboriosos. Cuando el rey quería aliviar en algo la condición de esas bestias de carga llamados mitayos, expedía alguna real cédula que, llegada á Lima, no salía de palacio. Los virreyes sabían que siendo puntuales en remitir á la corte, convertidas en oro y plata, las gotas del sudor de los infelices indios, nada tenían que recelar; y preferían mantenerse en buena armonía con los encomenderos, propietarios de esas bestias, á las que fué preciso que una bula del papa Alejandro VI, si la memoria no me engafia, declarase seres humanos y capaces de sacramentos. La tiranía se llevó hasta el punto de pretender que los indios no hablasen la lengua nativa.

A estas bestias de carga es á las que, probablemente, se refiere el padre Cappa, cuando dice que los conquistadores uns trataron con excetico mimo. Es cierto: á pocos mitayos descuartizaron pudiendo hacerlo (Dios les premie la caridad!) pero el palo y el látigo andaban bobos acariciando espaldas.

¡Esto es mimo, y todo lo demás es chiribitas!

I CACHIVACHERLA .

V Si un europeo, ateniéndose á los informes de Acosta, Humboldt y de infinitos historiadores, viajeros y hombres de ciencia, que han considerado el territorio peruano á propósito para cosechar en él los productos de todas las zonas, ¡lega, en inomentos de embarcarse, á leer el libro del reverendo jesuita, de fijo que deshace la maleta y se queda en el Viejo Mundo.

No se diria sino que los jesuitas se proponen, desacreditando