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Ricardo Palma

Petersburgo, que no son siquiera una obra de historia, sino de controversia filosófica y religiosa. Pero aun aquí falsifica nuestro jesuita el texto, que costumbre es de la Compañía falsearlo todo.

Lo que dice de Maistre en el tomo I de las Veladas, es, literalmente: —No tengo noticia de ningún acto de violencia, excepto la célebre aventura del padre Valverde, que, á ser cierta, no probaría sino que en el siglo xvi hubo un fraile loco en España; mas la aventura tiene carácter intrínseco de fal»scdad. No me ha sido posible descubrir su origen; pero un español muy instruído me ha dicho: —Creo que todo ello no es sino un cuento del imbécil Garcilazo. Como se ve, el conde de Maistre está muy distante de defender á Valverde; no hace más que poner en duda la criminalidad del fraile dominico. Creyendo falsa la aventura, confiesa el ultramontano conde que no ha cuidado de registrar historiadores para averiguar la verdad, y se atiene á lo que le dijo un bufón español. No es un falso testimonio et que el padre Cappa le levanta á de Maistre, haciéndolo decir lo que no dijo? Si á las palabras que del conde dejamos copiadas las llama el padre Cappa vindicación, diré que se necesita criterio muy pobre para aceptarlas como tal. Además, se necesita toda la mala fe jesuítica para, en un libro de texto, considerar como autoridad histórica á quien no fué historiador, y que, al divino botón, sin tomarse el trabajo de estudiar el asunto, como él mismo lo confiesa, lanza las chilindrinas del fraile loco y de la imbecilidad de Garcilazo. Hay seriedad en esto?

¿Es digno de ser patrocinado por la pluma de quien, como el pudre Cappa, es profesor titular de Historia peruana en el colegio de la Orden?

Pero no es la vindicación de Valverde el florón más hermoso del INFAME librejo del padre Cappa. Vamos á presentar en toda su desnudez la conciencia jesuítica de doble fondo moral, de dos caras como Jano, conciencia que sostiene la doctrina de que el fin justifica los medios. Entramos en el asesinato de Atahualpa.

Queremos ser parcos en comentarios, por temor que nuestra pluma se extravíe ca un arrebato de patriótica indigna-