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Cachivachería

y de la sociedad, bajo la influencia de leyes y religión humanitarias. Mal califica el padre Cappa la política y espíritu de los Incas, diciendo que su norte fué «dejar reducidos á sus súbditos á la condición de simples cosas, lo que contradice la afirmación que más adelante estampa, de que la pobreza no se conocía en el pueblo. Sin darse cuenta, hace con esta contradicción el elogio del paternal gobierno incásico.No es cierto que el egoismo de las clases privilegiadas excluyera al pueblo de obtener honores y grandeza, como lo asegura el padre Cappa. Desde Garcilaso hasta Montesinos, los historiadores afirman que, á más de la nobleza de sangre ó hereditaria, había otra á la que por sus méritos, virtudes servicios y talento, podían elevarse los hombres, desde las más humildes esferas.

Dejando aparte inexactitudes que no significan gran cosa en el cuadro que de la conquista traza el padre Cappa, consagraremos nuestro próximo artículo á refutar la apología del feroz y fanático Valverde, á la vez que la defensa del gran crimer que produjo el asesinato del prisionero Atahualpa. El mismo padre Cappa lo llama verdadero crimen; pero... ya copiaremos al pie de la letra, los rebuscados y malignos argumentos con que pretende paliarlo ó justificarlo.

III «Hay comezón (escribe el padre Cappa) de pintar á Valverde como azuzador contra Atahualpa.» Si tal comezón ha habido, ella, más que de los americanos, ha venido de los historiadores españoles. En la proeza de Cajamarca, cronista que fué testigo de ella, refiere que Valverde gritaba á los soldados que hiriesen de punta con sus espadas á los indios, que aterrorizados, huían. En la colección de Documentos de Mendoza se encuentra la información que los partidarios de Almagro enviaron al rey de España, información de la que ciertamente no sale Valverde en olor de santidad. Tocaba al padre Cappa santificarlo, y para ello apela á la opinión de un escritor de nuestro siglo, el conde de Maistre, y á sus Veladas de San