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Cachivachería

arrancaron, pues, las mismas murmuraciones que su Estafeta del Cielo, superchería que consiste en escribir cartitas al santo de nuestra devoción, echar la esquela en los buzones que, al ciccto, tienen los reverendos, y esperar la respuesta.

¡Valiente historia la que el padrecito prelende enseñar á nuestros hijos! Los Incas, bárbaros opresores dignos de scr condenados; el coloniaje, todo bienandanza y todo tratarnos con excesivo mimo (pág. 16); la República, una vergüenza; los proceres de la Independencia, ambiciosos sin antecedentes y verdaderos monstruos; la Inquisición, una delicia cuyo restablecimiento convendría; "la libertad de imprenta, una iniquidad; Bolívar, San Martín y Monteagudo, tres peines entre los que distribuye los calificativos obsceno, cínico, pérfido, aleve. inmoral, malvado, y sigue el autor despachándose á su regalado gusto; el padre Cisneros, un impío; el canónigo Arce, un blasfemo; Mariátegui, in libérrimo; Luna Pizarro y 'Rodríguez de Mendoza, sembradores de mala semilla; nuestro clero tratado con menosprecio; nuestra sociedad de Beneficenca, satirizada; en una palabra, toda nuestra vida independiente no significa para el padre Cappa sino retroceso, corrupción y barbarie.

Vamos pasito á pasito, que todo el camino se andará.— ¿Qué le parece á usted el compendio?—preguntamos anoche á un amigo muy competente en Historia.— Hombre! Una viborita á la que hay que aplastar con el taco de la bota.—La respuesta es típica, y ya se convencerán de ello mis lectores.

En 219 páginas, en 8.º menor, es imposible reconcentrar más veneno contra el Perú y sus hombres.

El texto de mi ensotanado tocayo (malo como texto, pues careco de las condiciones de tal), empieza por no dar idea geográfica del país, teatro de los acontecimientos en que el historiador va á ocuparse. Como quien camina sobre ascuas, pasa sobre los tiempos pre—incásicos cuando, sin aventurar conjefuras ni admitir hipótesis, ha podido dar el preciso desarrollo á la historia de las tribus que ocupaban todo el territorio antes de ser conquistadas por los Incas. No pinta con fidelidad el estado social del imperio incásico, sino que ha falscado la interpretación de los hechos y callado otros que, en la comparación. redundaran en contra del gobierno colonial.