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Cachivachería

entero, estamos seguros de que han recogido el guante. Tiempo es ya de saber si es ó no letra mueria la ley que cierra las puertas del Perú á los hijos de Loyola.

Y no se diga que la Compañía no es responsable, como cuerpo, de lo que aparentemente hace uno solo de sus miembros.

En la portentosa organización del Instituto, en el especial engranaje de esa máquina disociadora, todo obedece á un solo impulso, á un solo cerebro y á una sola voluntad. El jesuita abdica de su albedrío; hasta para estornudar, digámoslo así, necesita la aquiescencia del superior; nada posee como individuo, pero colectivamente, es archimillonario, y aspira á esclavizar el mundo enseñoreándose de las conciencias. Gobierno y pueblos han de ser siervos humildes de la Compañía. Si Cristo dijo: Mi reino no es de este mundo, los jesuitas dicen: El dominio del mundo para nosotros.Entre los jesuitas no hay insubordinaciones ni se discuten los mandatos del superior: la obediencia es ciega, pasiva, absoluta. Per inde ac cadaver es la divisa de la Orden. Son muertos que hablan, escriben, piensan y sienten, como al superior, como al PAPA NEGRO, conviene hacerlos hablar, escribir, pensar y sentir. No se concibe milicia mejor regimentada; y por eso los jesuitas son un peligro para la libertad, la civilización y la república.

Todo jesuita está destinado por el superior para llenar determinado propósito. Visitando un viajero inglés el noviciado de un convento de la Compañía, se fijó en que uno de los jóvenes era rematadamente bruto.—¿Qué provecho, preguntó, podrán sacar ustedes de este animal?—Y el padre Rector contesto sencillamente: —Para nosotros no hay hombre que no sirva para algo. A este prójimo lo destinamos para mártir del Japón.

Valiéndonos de un refrán popular que sintetiza nuestras convicciones, diremos que los jesuitas no dan puntada sin nudo.

Cortar el nudo, es la obra á que están llamados los hombres del Gobierno, y los hombres del actual Congreso. Es indudable que se tratará de hacerles creer que, en el escándalo que ha exasperado nuestro patriotismo, no hay más que un culpable, el padre Cappa, quien escribió por sí y ante sí; y aun se dirá que la Compañía, no sólo lo ha amonestado, sino que,