Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/498

Esta página ha sido corregida
490
Ricardo Palma

cioso libro Batallas de la libertad compulsa, con hábil y severo criterio, los documentos y juicios históricos, haciendo resurgir de los campos de Junín y de Ayacucho un nimbo de gloria para Sucre. También mi queridísimo Aníbal quedaría en mal predicamento como historiador concienzudo.

Muy leal, honrado y justiciero fué el general Sucre para haber dejado al coronel irlandés, jefe del Estado Mayor del ejército colombiano, sin el premio de un ascenso, si los méritos contraídos por éste hubieran sido de la magnitud decisiva con que aparecen en su libro Recuerdos. El coronel O'Connor fué ascendido á general de brigada del Perú por el presidente Orbegoso, once años después de la batalla de Ayacucho, en recompensa á su comportamiento en la acción de Socabaya; otro combate en que, de paso sea dicho, no se debió el triunfo según el autor de las Memorias, á la dirección de Santa Cruz, sino á la iniciativa y serenidad de O'Connor, que en las postrimerías de su existencia, adoleció la neurosis de creerse el Deus ex machina que manejara á los prohombres y á los acontecimientos. Y que los primeros síntomas de dolencia que llegó á ser crónica, se revelaron en él desde 1836, nos lo comprueban estas palabras de Santa Cruz:—Sepa usted, general O'Connor, que en el campo de batalla no tolero dos capitanes generales. Para capitán general, basto yo solo.

Para explicar el por qué no fué ascendido en Ayacucho, nos refiere, con flema de buen inglés, que el mariscal Sucre le ordenó formase un estado general del ejército, considerando como presentes á los dispersos de Matará, pues Bolívar se disgustaría de saber que la mayor parte del batallón Rifles, cuerpo favorito del Libertador, no había entrado en acción. Dice O'Connor que le contestó:——Mi general, yo no puedo firmar una falsedad—palabras de rigidez más que catoniana, á las que Sucre no dió otra respuesta que tomar la pluma y borrar el nombre de O'Connor, que figuraba, en primer lugar, en una propuesta para ascenso á generales.

Toda esta es la parte en que el libro del señor O'Connor se parece (para mi pobre criterio, se entiende) á la carne de oveja, que ó se come ó se deja. Lee uno, sonriendo, esos desahogos de la vanidad ó del amor propio, y dobla la hoja.