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Ricardo Palma

fruto exclusivo de la condición atrasada de nuestros pueblos del interior. No sólo no hay maestros, sino que tampoco hay alumnos. El indígena raciocina que, para cultivar una fanegada de terreno y aumentar su rebaño de cabras, no ha tenido necesidad de saber leer y escribir, que su hijo debe seguir su ejemplo, y que más provecho saca éste ayudándolo en sus labores agrícolas, que pasándose las horas muertas deletreando el silabario y haciendo palotes. Así las escuelas están desiertas, y la autoridad es impotente para compeler á los padres de familia.

Por otro lado, se ha reglamentado tanto, en materia de instrucción, que ya no hay cómo entenderse. Cada Ministro del ramo, por hacer que hacemos, sin gran meditación ni estudio, ha implantado un sistema, que luego el sucesor ha reemplazado con otro. Y de esta volubilidad ha resultado un pan como unas hostias, y así anda la instrucción universitaria más revuelta que costura de beata y

más torcida que una ley
cuando no quieren que sirva,

como dijo el regocijado poeta limeño Juan de Caviedes.

La manía de imitar irreflexiblemente lo que se hace en otros países, ha hecho que se trate de implantar, entre nosotros, el sistema universitario de Francia; olvidando que la prudencia aconseja dar tiempo al tiempo, y aguardar á que se reunan ciertas condiciones y circunstancias que hagan provechoso, en Lima, lo que aún es discutible si es bueno en París.

De todos estos puntos y de otros más que nos dejamos en el tintero por no ser difusos, se ocupa el interesantísimo libro que bajo el seudónimo T. L. S. acaba de publicar uno de nuestros más distinguidos y correctos escritores. [1] En Algo para una ley de instrucción, vemos más que un libro de doctrina una obra de polémica. El autor, con envidiable ligereza y con un estilo lleno de atractivo combate el actual sistema universitario, y sus argumentos, en muchos casos, como cuando aboga por la conveniencia de restablecer el internado, son incontestables.

Al hablar de la llamada Escuela de Artes y Oficios, cuya

  1. El doctor don Manuel Santos Pasapera, catedrático en la Universidad de Lima.