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Mis últimas tradiciones

á mendigar humilde la basura,
de mi tierra feraz, en baja tropa.

   Sin un realillo de vellón, sin ropa,
con la grasienta faja en la cintura,
conservando tu estólida gordura
con la olla podrida y mala sopa.

   Pronto vestiste como Adán decente;
que cariñoso, liberal, clemente,
de la escoria te alzó noble peruano.

   Olvidaste tu ayer, nada halagable,
¡y muerdes hoy, imbécil miserable,
la bella, fiel y generosa mano!

En conclusión: Ego Polibio no ha nacido para poeta lacrimoso. No es romántica lira de cuerdas de oro la que él maneja, sino alegre, encintada castañuela y bullicioso tamboril. Hartas lágrimas hay sobre la tierra y escasísimas risas (se ha dicho), y por eso aspira á prolongar las fiestas carnavalescas tomando la vida por su lado risueño. Que las decepciones no envenenen un día su espíritu, aleje Dios de sus labios la hiel del sarcasmo y, los que amamos los versos graciosos y ligeros, nos prometemos que la juguetona musa de Ego Polibio nos regalará con producciones más limadas y de mayor aliento que las Zanahorias y Remolachas.


Algo sobre una ley de Instrucción.

En ningún ramo se ha hecho sentir tanto la instabilidad, de nuestra manera de ser, social y política, como en el ramo de Instrucción pública. Nuestros presupuestos consignan ingentes sumas para el sostenimiento de infinitas escuelas: y la verdad es que nos damos el lujo de gastar en la enseñanza, sin haber cuidado antes de crear maestros que enseñen. A la falta de pedagogos instruídos hay que añadir un pecado capital,