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Cachivachería

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Corazón con latidos de armonía,
alma de amor que nunca á odiar aprende,
relámpago divino
que sólo en Dios y para el bien se enciende,
acaso cual la tímida violeta,
desde un retiro le convida al mundo
su delicioso aroma,
y aunque sufra cual Job, su mismo llanto
es un himno, un perfume, un riego santo.
Sucesor de Moisés y de Isaías,
su función es un gran pontificado;
y cuando imperios grandes han caído
y reyes yacen en profundo olvido,
sus santas armonías,
al través de los siglos, aun deleitan
á miles de millones
de entusiastas y nobles corazones.

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Una de las buenas cualidades del vate á quien juzgamos, es la sinceridad de creencia que respiran sus versos. En él, el sentimiento religioso se halla muy lejos de ser amanerado ó fruto convencional ó de cálculo. Sin penetrar en las nebulosas regiones de la filosofía, el señor Chaves siente y se expresa con claridad, y por mucho que el espíritu del siglo sea un tanto volteriano y descreído, nuestro poeta se encastilla en la fe de sus padres, en los recuerdos de la infancia y en la severidad de los buenos ejemplos que, como semilla bendita, han fructificado en su alma.

En cuanto á la forma, mucho habría donde hincar el diente. Abundancia de ripios; abuso de adjetivos y sinónimos; versos que pecan mortalmente contra las leyes de la armonía, y... pero el poeta confiesa, hasta cierto punto, su pecado, cuando dice-«Yo no soy hijo del arte: yo soy como la fuentecilla de la pradera, que á veces se seca, y otras veces rompe su cauce y se dilata hasta el pie de los árboles que acompañan sus quejas con su susurro.»

Quien así se conoce y así se expresa, quien así es mo-