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Cachivachería

V. González, muy señor mío y mi duefio, ha dicho que la Tradición es la Historia de los pueblos que no tienen Historia. La frase es bonita, y nueva. Aquí sea mi hora, si no es verdad que, cuando leí ese concepto, me sentí como sin faja de ombligo, que dice el refrán, y por mucho que en el terreno de mi consideración literaria tenga al señor González bajo toldo y sobre peana, como reza otro refrán, no quiero que se me moje la pólvora, sin decir al muy galano escritor argentino, que su aforismo no tiene para mí valor de tal. Siempre he reconocido que la Tradición puede ser una de las fuentes auxiliares de la Historia, pero se me atraganta lo de que ella alcance á ser la Historia misma. Cuatro siglos cuenta ya la América de vida civilizada, y su Historia está muy lejos de basarse en Tradiciones. El historiador tiene en mucho los documentos, y en poco ó nada los decires del pueblo. Hasta para la Historia de los tiempos precolombinos, á falta de escritura cuneiforme, de geroglíficos como los de los códices maya y mexicano, y de los quipus peruanos, están los monumentos de piedra, convidando al investigador á severo estudio sobre la vida y civilización de pueblos, cuyo origen sigue envuelto en la noche del misterio. Para el que sepa ó alcance á leer en la piedra como en un documento, no es la Tradición la que le habrá servido de gran cosa para reconstruir la Historia.

Usted dirá acaso que al hilvanar esta carta he llevado lechuzas á Atenas, ó aguas al mar, hablándole de teorías que usted se tiene por sabidas, y tanto, que las ha llevado á la práctica, como lo prueban sus interesantes libros; y lo mismo dirá mi bondadoso y viejo amigo Isidoro De María, autor de las Tradiciones Uruguayas, en las que la llaneza del estilo y lo conceptuoso de la frase, armonizan sin esfuerzo. Pero, amigo mío, nunca por mucho llover fué mal año, y no es dar puñalada en el cielo ó pretender realizar lo imposible, el insistir en la repetición de lo mismo que, hasta en tono serio, he predicado cuantas veces me he visto en el compromiso de subir al púlpito, para expresar mis ideas sobre lo que, á mi modesto juicio, es ó debe ser la Tradición.

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