Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/448

Esta página no ha sido corregida
440
Ricardo Palma

A Rafael Altamira.

Universidad de Oriedo.

(España) Mi buen amigo: Al fin recibí ejemplar del drama realista y sensacional que tanto ha alborotado en la patria de usted.

¿Quiere usted conocer mi modesto juicio? Pues ahí va sin más preámbulos, á riesgo de que me salga usted después con lo de que al colchón le falta lana. Contentaríame con que esta mi carta fuese para su criterio como la hija de María Ignacia, que, de puro fea, caía en gracia.

Me explico los arrebatos entusiastas del éxito. Don Benito Pérez Galdós tuvo el talento y la fortuna de acertar con el momento sociológico para el estreno de Electra. Recrudecida con el secuestro de una joven, en un monasterio de Madrid, la lucha contra la reacción ultramontana y contra los jesuitas, el drama tenía que producir el efecto de una granada de lydita que hace explosión.

Juicios diversos sobre el merecimiento literario de Electra habían llegado hasta mi antes de la lectura. Para unos, sin desconocer lo correcto é intencionado del diálogo, que pluma de maestro es la que entinta Galdós, resultan largos, pesados y hasta soporíferos los dos primeros actos. Para otros, liuelga en el drama un personaje, Cuestas, que reclama su partija de paternidad en la joven, que no extrema oposición al monjio, siquiera para contrastar con la tenaz insistencia y mojigatería de Pantoja, y, que por fin, exclama: —Ahí queda eso.—Y hace la morisqueta del carnero muriéndose repentinamente, previo testamento en el que deja á la chica por heredera de sus bienes. Para no pocos, la Electra de los dos primeros actos es una muchacha más ó menos extravagante, con vistas al histerismo. pues ya en el tercer acto, es decir, en horas, cambia