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Mis últimas tradiciones

CACHIVACHERIA hablar de ella, siquiera sea por incidencia, nos trabuca el seso, y la pluma corre como corcel sin freno.

Para mí, Alberto supo fotografiar su adolescencia en un soneto que mereció, por entonces. crítica amarga, y que estimo infundada. El zoilo atendió más á lo convencional de la forma que á la espontaneidad de la expresión y á lo conceptuoso del fondo.

Voy a darme el gusto barato de copiarlo: ¿Cuál es su gusto, su afición, Alberto?

mujer me preguntaba un día, con ese tono de interés incierto que puede ser cariño ó cortesía.

Y yo, con mi lenguaje siempre abierto, llano como yo soy, la respondía: Me gusta mucho amar, soñar despierto, comer arroz, sentir la poesía.

Me gusta alguna vez la buena copa de Oporto, y más que todo la cerveza, se entiende si es del norte de la Europa: 425 Me gusta toda clase de impresiones, me gustan el durazno y la cereza..v usted me gusta más que los bombones.

Todos los hombres hemos sido así, de los dieciséis á los veinte años, en esos risueños días que marcan la transición de la existencia del muchacho á la existencia del joven circunspecto. Alberto nos retrató con magistral ligereza á todos en ese soneto; y si algo hay en él exclusivamente suyo es el último verso, por lo culto de la galanteria que expresa. Quizá no á todos los muchachos se les habría venido á la pluma el delicado piropo.

Posteriormente me envió Alberto un pequeño poema titulado Eduardo, sobre el cual emiti nada favorable juicio en carta que dirigí al autor, y que él dió á luz en la prensa bo-