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Cachivachería

Formaban en cierta noche su tertulia un romántico, que se jactaba de ser por entonces el enamorado á quien ella tenía en candelero de plata; uno de esos que se llaman decadentes, la cual decadencia no es chicha ni limonada, y que esperaba turno para reemplazar al anterior en el corazón voluble de la joven: y un clásico, que hacía ya meses estaba borrado en el escalafón de los pretendientes, y que concurría á la casa sólo por divertirse con la rivalidad amatoria de sus otros dos cofrades en Apolo.

A propósito de no sé qué tema de conversación, ocurriósele á Mercedes preguntar á sus poetas:

—Si uno pudiera escoger día en que morir, ¿cuál escogería usted?

El decadente, que fué el primer interrogado, creyó poner una pica en Flandes respondiendo:

Curiosidad te aqueja muy sombría:
en muriendo en tus brazos, cualquier día.

El romántico, como para dar berrinche á su rival, alardeando de ser actualmente el preferido, contestó:

La víspera del día
en que de amarme dejes, vida mía.

Tocóle turno al clásico que, en puridad de verdad, habló muy á las derechas. Clásico, desencantado, prosaico había de ser, porque dijo... lo que dice todo hombre que no tiene flojos los tornillos del caletre:

¿Para morirme el día que prefiero
quieres saber? El treinta de Febrero.