Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/404

Esta página ha sido corregida
396
Ricardo Palma

trató de la canonización, el pueblo protestó, hasta cierto punto, con esta antífona:

¿Advocatus et sanctus?
¡Res miranda populo!

Es el caso que, hace quince días, cuando muy quieto me estaba en el sillón oficinesco, ensimismado en compulsar unas papeletas bibliográficas, se me presentó un caballerito que, por lo acicalado y cumplido, y por la buena caída de ojos, no tenia estampa de cartulario, y con toda cortesía me notificó auto para presentarme á prestar una declaración ante mi amigo el juez de primera instancia doctor B...... Aquello fué como una puñalada traicionera. ¡Qué iba yo á imaginarme que tan correctas y simpáticas apariencias eran las de un escribano á la moderna? En mis mocedades no se usaban escribanos con camisa limpia, levita negra bien cepillada, y corbata fin du siécle.

Firmar la notificación y entrarme escalofríos de terciana, fué todo uno. Póngase cualquiera en mi situación, que se la doy al más guapo. Yo, que de mío soy poquito, y que viendo cartapacio de papel sellado se me atraganta la saliva y me podrían ahorcar con una hebra de pelo, verme obligado á comparecer ante la justicia!!! La cosa era para atortolarse, ¿no es verdad? Digan ustedes que sí.

Sea todo por Dios, me dije; y al otro día cogí bastón y sombrero y, paso entre paso, á las dos en punto de la tarde, ni minuto más ni minuto menos, me presenté á cumplimentar el mandato.

El señor juez me dijo que estaba citado para reconocer contenido y firma de carta escrita hace años, y de la que me acordaba yo tanto como del chupón y mamadera de la niñez, y me preguntó si estaba llano á declarar.

—Sí, señor juez. Firma y contenido son míos, y muy míos.

Su señoría se levantó del asiento, y me dijo:

—Tenga usted la bondad, señor don Ricardo, de ponerse en pie para prestar juramento.