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Ricardo Palma

Compró entonces en subido precio, y comprometiendo su crédito para conseguir los capitales precisos, la estancia de Tontezuelas, confiando en que pocos años de asiduo trabajo bastarían para libertarlo de acreedores.

Pero la guerra civil que en 1829 y 1830 devastó la campaña del norte, puso á nuestro compatriota casi en condición mendicante.

Comprobando el estado de penuria á que se vió reducido, nos refiere el señor Trelles:—«Luzuriaga tuvo que vender á don Pedro de Angelis todas sus condecoraciones, adquiridas en la guerra de la Independencia, entre las cuales figura una que es personal, pues le fué decretada por haber descubierto y sofocado la conspiración de los prisioneros españoles en San Luis (1819). Las condecoraciones del Gran Mariscal fueron vendidas por el señor de Angelis, en 1852, al doctor Lama, quien las conserva hoy en su valiosa colección de medallas americanas.»




En 1835 publicó Luzuriaga, en Buenos Aires, un folleto documentado sobre los motivos que tuvo para hacer dimisión del mando de la provincia de Cuyo y afiliarse con San Martín en la expedición libertadora que vino al Perú. También dió a luz, por entonces, una exposición relativa á los servicios que prestara en Guayaquil.




Las decepciones y sufrimientos produjeron en el organismo de Luzuriaga un principio de reblandecimiento cerebral. Su palabra se hizo lenta, su paso vacilante, y lo acometieron accesos de profundísima melancolía.




«El gran Mariscal del Perú don Toribio Luzuriaga (dice Quezada) tuvo un momento de debilidad. Acosado por la pérdida de su fortuna, aquel espíritu varonil se amilanó y puso