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de sus composiciones, no serían desdeñadas por el inmortal vale de la sátira contra el matrimonio.

Réstanos aún, como se dice, el rabo por desollar. Este libro escandalizará oídos susceptibles, sublevará estómagos delicados, y no faltará quien lo califique de desvergonzadamente inmoral. Vamos á cuentas.

Que más que las ideas son nauseabundas y mal sonantes las palabras que emplea el poeta en varios de sus romances, es punto que no controvertimos; aunque pudiera decirse que el tema forzaba al escritor á no andarse con muchos perfiles ni cultura. ¡Gordo pecado es llamar al pan, pan, y al vino, vino! Pero en esto no vemos razón para que, por los siglos de los siglos, se conserve inédito y sirviendo de pasto á ratones y polilla un libro que, dígase lo que se quiera en contrario, será siempre tenido en gran estima por los que sabemos apreciar los quilates del humano ingenio. Si fuera razón atendible la de la desnudez de la frase, muchos de los mejores romances de Quevedo (y entre ellos el que empieza—Yo el menor padre de todos)—muchas admirables producciones de otros escritores antiguos, no habrían alcanzado la gloria de vivir en letras de molde.

Pero por delicados y quisquillosos que seamos, en estos tiempos de oropel y de máscaras; por mucho que pretendamos disfrazar las ideas, haciendo para ellas antifaces de las palabras, hay que reconocer que, en la lengua de Castilla, tiene Caviedes pocos que lo superen en donaire y travesura.

Tenemos á la vista los tres tomos con que, en 1872, ha iniciado la casa editorial de Rivadeneira, en Madrid, la publicación de libros raros ó inéditos y, exceptuando el volumen del Cancionero de Estúñiga, los otros dos corren parejas, si no exceden, en cuanto á pulcritud de voces, con el Diente del Parnaso. Y téngase muy en cuenta que tal publicación se hace bajo los auspicios de la Real Academia Española, cuerpo respetable que, en materia de estilo, limpia, fija y da esplendor.

El volumen de la Tragicomedia de Lisandro y Roselia, centón de picantes y obscenos chistes, es juzgado por don Juan Eugenio Hartzenbuch; y el de la Lozana Andaluza, historia en que se pintan con colores muy verdes y gran desnudez de imáge-