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RICARDO PALMA

frío; pues, habiendo salido mejor librado del ataque, se puso á dar vueltas sin querer definir. Dos careos sucesivos hicieron salir al pata amarilla llorando á buscar piedra. Duró un minuto y cincuenta segundos.

Un cenizo, pata prieta, guaragüero y cuatralvo, de Chuchumeco, se encontró con un ají-seco, crespo, de más alcance y más grande. A la partida falsa de este último se citaron los gallos, y remontándose el que partió venció á su adversario en un solo tiro. Duró once segundos. El vencedor fué amarrado por Conjuntivitis.

Un carmelito, de porte regular, se las hubo con un ají-seco, zanqui-largo, que amarró también Conjuntivitis. Partió este último con tres ataques de tanta sustancia, movimiento y prontitud, que hubieran hecho añicos á otro gallo que no hubiese sido el carmelito, el que, sorteando sobre la cola, llamóse á defensa y pudo escapar; y luego, citando un momento, dióle el carmelo un navajazo tan terrible al ají-seco que éste se desparramó. Nos entretuvimos cincuenta y cuatro segundos.

Se careó en seguida un papujo, cenizo, cola blanca con un ají-seco, prieto, flaco, juntón y desplumado, de Chuchumeco. Avanzó el primero, y árrancando el segundo en vuelo, le quitó el cuarto al papujo que quedó sin poder hacer. El prieto era picador; pero se levantaba en el aire sin saber definir, por lo que duro la pelea un minuto doce segundos, y fué necesario dar un careo.

Un ají-seco, pata blanca, de última, se topó con un jiro, plateado, de Conjuntivitis. El ají-seco se presentó distraído y parecia no estar preparado. Súpolo esto el jiro y se lanzó con tres tiros, logrando solo el último. Cogido á su vez sufrió una cernida que hizo esperar á todos el triunfo del ají-seco; pero no fué así, pues reponiéndose el jiro, que estaba enterote, pasó sobre el enemigo varias veces, moviéndole las costillas y haciéndolo bajar el pico. Duró minuto y medio.

Terminada la Jugada que ganó H . . . . caja, cuarta parte y mejoras, y que por un tris no fué capote, empezaron las chuscas.

Apareció un cenizo de alcance, enjuto y barrillón, con un carmelo de mejor estampa. Puestos en la arena, partió éste en vuelo contra el cenizo, que yo no sé cómo pudo evitar una acometida de tanto movimiento y fondo. Repetido el mismo ataque, al verse superitado en el aíre, se ladea el cenizo y, paralelo al suelo, hiere en su tiro al adversario. Elévanse de nuevo, cambia otra vez el cenizo, porque á subir no puede con el carmelo y, deteniéndose un momento, aprovecha del descanso del otro para mondarle la pata. Desciende, y un tiro de suelo de una agitación eléctrica, apenas visible, le dió una victoria que su malicia nos hace llamar sobresaliente.

Luego vino un ají-seco, pata prieta, con otro más chico, cazili, pata amarilla. El triunfo estaba por este último, que era de más ejecución; pero una sacudida, oportuna y feliz, dió la victoria al otro. Conjuntivitis, en los careos del primero, que ya estaba muerto, quiso hacer de las suyas, Que la autoridad abra el ojo.

A un ají-seco, papujo, lo partió un pinto, en vuelo, y le vació el alma en cinco segundos.

Salió luego un cazili, mosqueado, zanqui-tuerto, con un cenizo cola blanca, que le hirió al partir. Cogiéronse á la mecha y apartados. Dióle tres batidas en el lomo el primero al segundo. Calmada la rabia, fué menester tres pruebas; pero el cenizo dijo que tenía que hacer, y se despidió cacareando.

Un barbitas, pata amarilla, se careó con un golilla-naranja, pata prieta, de tan buena estampa que hizo dar plata á siete. ¡Vaya un animal bien laminado! Un tiro en vuelo y dos batidas endemoniadas, dieron en tierra con el barbitas.

Cerró la tarde un ají-seco, que, por más que lo buscaba, no había encon-