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RICARDO PALMA

Acontecía que el lechuza hacía picadillo al aguilucho, Los perdidos se volvían cariacontecidos, llevando el dueño, bajo la capa, se entiende, el cuerpo del difunto que, con arroz y pimientos, hallaba al otro día sepultura digna en el estómago del zapatero y de sus camaradas.

Así el triunfo, como la derrota, eran pretexto para empinar el codo. El vencido encontraba siempre manera de defender al muerto, culpando al que amarró la navaja ó á un tropezón con la tapia del circo.—De puro bueno perdió mi gallo; porque, si el contrario no se rebaja á tiempo, le habría clavado la navaja hasta el sursum corda.

Jamas convenía el perdidoso en que su gallo hubiera sido vencido en buena ley, ó en que era chusco y cobardón.

Los corredores de gallos (dice otro escritor) tienen signos convencionales para entenderse desde lejos. Son los siguientes:

El restregar cuatro dedos de una mano con el pulgar de la otra, significa que se da diez contra ocho.—Juntar los índices quiere decir pelo á pelo ó sin ventaja.—La mano puesta sobre el hombro equivale á dar diez contra seis.—Hacer un signo en la frente, como dividiéndola, es dar diez contra cinco.—Y por fin, echar un corte de manga, significa diez contra siete.

Esto de contratar por señas convencionales, nos recuerda á las meretrices de Grecia, á las que el galán solicitaba alzando el dedo índice, y la hembra contestaba formando un anillo con los dedos pulgar y anular. No había para qué gastar palabras.