son á las verdaderas tradiciones lo que las migajas al pan.
Este defecto tiene por disculpa la de que todo lo que se estudia mucho, apasiona, y la pasión engrandece el objeto amado y hace mirar lo que se adora con vidrios de aumento.
¿Qué Romeo enamorado le encuentra defectos á su Julieta?
Al lado de estos pequeños deslices y ligeros lunares, más de escuela que de mal gusto, tengo un cargo serio que hacer á Palma.¿Cómo usted, señor Palma, profundo conocedor de la historia del Perú, hábil publicista, escritor de fuste, hombre que ha manejado á fondo archivos y bibliotecas, narrador de cuanto se decía por entre los bastidores de la colonia, apasionado por el estudio laborioso, se ha contentado con probar que sabe la historia de su patria, y no ha intentado escribirla, como era de su deber, y como ha podido y puede hacerlo?
Este es un cargo que le hago como americano y como hombre que quiere al Perú con toda la sinceridad de un corazón agradecido.
Y ya que hablo de Palma como hombre de letras y como hombre de estudio, permítaseme rendir cariñoso homenaje á una de sus obras que deben comprometer la gratitud nacional: me refiero á la organización y casi creación de la Biblioteca.
En esto ha demostrado, con rara elocuencia, que su amor á la patria es inseparable de su amor á las letras.
Prueba con ello que es un peruano á las derechas, que es sacerdote de las bellas letras, que es apóstol que ama la verdad y la irradia, y que anida espíritu bastante generoso y poco egoísta para contribuir, con todo su empeño y anhelos, á la difusión de las luces y á la ilustración de sus conciudadanos.
¡Mil aplausos por tan noble abnegación!
Ricardo Palma puede y debe completar su fecunda obra literaria.
Ya que se ha despedido de las Tradiciones, empuñe la pluma del historiador y cultive aquel nobilísimo arte que inmortai