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Mis últimas tradiciones

Toribio de Mogrovejo, que también había pasado á mejor vida, en el pueblo de Saña, siete ú ocho días después que su excelencia; y los cuatro ejemplares restantes para aristocráticos personajes de Lima.El padre Ojeda colocó en la librería de su convento el primer ejemplar del QuIJOTE. Esa librería, en los primeros años de la Independencia, pasó al convento de Santo Domingo, y en el inventario ó catálogo que el señor Condemarín leyera, figuraba el libro. Aseguraba nuestro confertulio que él lo tuvo varias veces en sus manos; pero que después de la batalla de la Palma (1855) había desaparecido junto con otras obras y manuscritos, entre los que se hallaba una especie de diario ó crónica conventual de la Recoleta dominica, en la cual, de letra del padre Ojeda, estaba consignado lo que él nos comunicaba sobre el primer ejemplar del QUIJOTE llegado á Lima.

En 1862 ocupábame yo en acopiar materiales para escribir mi libro Anales de la Inquisición de Lima, y con tal motivo fui un día al convento á visitar á mis amigos los padres Cueto y Calzado, para que me permitiesen hojear los pocos procesos inquisitoriales y dos crónicas conventuales inéditas, que yo tenía noticia se conservaban en el archivo del convento. Ambos sacerdotes me informaron de que realmente existió todo lo que yo buscaba, pero que hacía pocos añios el padre Seminario, fraile de mucho fuste, había hecho auto de fe en descomunal hoguera con procesos, crónicas y otros documentos.

Hablé de esto en la tertulia de aquella tarde, y Dávila Condemarín nos dijo que era positivo et hecho á que yo me referia. y que en la prefectura de Lima debería encontrarse una información, mandada hacer por el Ministro de Gobierno, sobre el atentado que realizó el padre Seminario, hablando del cual nos refirió que fué un sacerdote tan prestigioso, respetable é ilustrado, que mereció ejercer, en varias épocas, la prelacía del convento; pero que ya, bastante anciano, adoleció de ataques cerebrales que degeneraban en locura furiosa.

Fué en uno de ellos cuando entregó á la hoguera viejos mamotretos.

Acaso, en su fanatismo, imaginara realizar acto meritorio