Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/316

Esta página no ha sido corregida
308
Ricardo Palma

no supiera, de seguro que para todos nosotros era ignorado.

Don José dijo que sólo tenía noticia de una edición, con láminas, hecha en México en el decenio de 1840 á 1850, y que estaba en lo cierto afirmando que en república alguna se hubiera pensado en la reimpresión.

En cuanto á la época en que se recibió en Lima el primer ejemplar de la novela, que á principios de Mayo de 1605 apareció en Madrid, nos hizo éste muy curioso relato.

Llevaba poco menos de catorce meses en el desempeño del cargo de virrey del Perú don Gaspar de Zúñiga Acevedo y Fonseca, conde de Monterrey, cuando á fines de Diciembre de 1605 llegó al Callao el galeón de Acapulco, y por él recibió su excelencia un libro que un su amigo le remitía de México con carta en que le recomendaba, como lectura muy entretenida, esa novela que acababa de publicarse en Madrid y que estaba siendo, en la coronada villa, tema fecundo de conversación en los salones más cultos, y dando pábulo á la murmuración callejera en las gradas de San Felipe el Real. Desgraciadamente, el virrey se encontraba enfermo en cama, y con dolencia de tal gravedad, que lo arrastró al hoyo dos meses más tarde.

A visitar al doliente compatriota y amigo estuvo fray Diego de Ojeda, religioso de muchas campanillas en la Recoleta dominica, y al que la posteridad admira como autor del poema LA CRISTIADA. Encontrando al enfermo un tanto aliviado, conversaron sobre las noticias y cosas de México, de cuyo virreinato había sido el conde de Monterrey trasladado al del Perú. Su excelencia habló del libro recibido y de la recomendación del amigo para que se deleitase con su lectura.

El padre Ojeda ojeó y hojeó el libro, y algo debió picarle la curiosidad cuando se decidió á pedirlo prestado por pocos días, á lo que el virrey, que en puridad de verdad no estaba para leer novelas, accedió de buen grado, no prestándole sino obsequiándole el libro.

En el mes de Marzo, y á pocos días del fallecimiento de su excelencia, llegó el cajón de España, como si dijéramos hoy la valija de Europa, trayendo seis ejemplares del QUIJOTE; uno para el virrey ya difunto, otro para el santo arzobispo