Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/309

Esta página no ha sido corregida
301
Mis últimas tradiciones

301 Indudablemente, el autor de la composición En loor de la poesia era buen poeta y hombre de vastísima ilustración, que se propuso halagar á su amigo Diego Mexia, el sevillano, enviándole, para proemio de su Parnaso antártico, los magníficos tercetos. Y que Mexía se hizo cómplice en la mixtificación, no cabe dudarlo; pues, aparte de que mucho debió engreírlo el ser objeto del encomio de una dama, estampa socarronamente que la autora de los tercetos es una señora principal de Lima, muy versada en las lenguas toscana y portuguesa, cuyo nombre calla por justos respetos. ¡Connu! que diría un francés.

Nunc los resplandores del sol pasaron inadvertidos, y sol esplendoroso en nuestro mundo americano habría sido la mujer que tan alto descollara en las letras. Ni el mismo Diego Mexía se habría obstinado en guardar secreto sacramental, no porque con ello defraudaba gloria ajena usufructuándola casi en su provecho, sino porque el aplauso anónimo parece aplauso mendigado, y no brinda garantía de ser sincero y merecido.

Sospecho que, aun en los tiempos de Diego Mexía, hubo de ser generalizada la creencia en que los rotundos tercetos eran hijo: de varonil inspiración; pues, de otra manera, la excitada curiosidad se habría puesto en acción para conocer el nombre de la sabia y misteriosa Clarinda. En literatura no hay secreto impenetrable cuando hay firme empeño en conocerlo; y menos éste, pues se trataba sólo de investigar entre cien limeñas, que supieran leer y escribir con regular corrección, cuái era la que mantenía comercio con las musas, investigación no muy trabajosa en una ciudad cuya masa total de población era, en muy poco, mayor de cuarenta mil almas.

Sólo la piedra preciosa puede esconder su brillantez en la impenetrabilidad de la mina; pero el talento es como el sol, cuyos rayos deslumbradores, si alguna vez se esconden entre la niebla, no por eso dejan nuestras pupilas de adivinarlos.

Titne sobrada razón, como dice Menéndez y Pelayo, el poeta colombiano Rafael Pombo cuando, en el prólogo de las poesías de Agripina Montes del Valle, escribe que, en verso castellano, no se ha discurrido tan alta y poéticamente sobre la poesía, como en la composición de la anónima limeña.