Página:Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería (1906).pdf/306

Esta página no ha sido corregida
298
Ricardo Palma

que hubiesen aprendido á leer correctamente; y aun á éstas no se las consentía más lectura que la de libros devolos, autorizados por el gobierno eclesiástico y por la Inquisición, enemiga acérrima de que la mujer adquiriese una ilustración que se consideraba como ajena á su sexo. Aun dando de barato que, substrayéndose la mujer al rigorismo de los padres y al medio social ó ambiente prosaico en que vivía, se desperlasen en ella aficiones poéticas, mal podía cultivarlas por carencia de libros, que rara vez nos venían de España; amén de que muchos sólo de contrabando podían llegarnos, por no consentir el gobierno de la metrópoli que circulasen en el Nuevo Mundo. Las bibliotecas de los conventos abundaban, es verdad, en infolios latinos, lengua que siempre fué problemático alcanzasen, ni medianamente, á traducir las monjas de nuestros monasterios. Todavía otra cortapisa. No bastaba con que un libro estuviera excomulgado ó puesto en el Index expurgatorio, por contener frases mal sonantes ó doctrinas calificadas de heréticas, sino que, hasta para la lectura de ciertos clásicos, necesitaba un hombre proveerse de licencia eclesiástica. Y si á esta severidad estaba estrictamente sometido el sexo fuerte, mal puede aceptarse que en manos de mujer anduvieran Ovidio, Marcial ó Tíbulo. Ni la Biblia podía vulgarizarse.Como no hemos de acordar ciencia infusa á nuestras compatriotas de pasados, presentes y venideros siglos, está dicho que nos resistimos á creer que las dos imaginadas poetisas hubieran, sin muchos años de lectura y de estudio, alcanzado á versificar con la corrección y buen gusto que en la silva y, más que en ella, en los tercetos de Clarinda, nos cautivan.

Hay primores ó exquisiteces rítmicas que no se conocen ni adquieren, sino después de mucha costumbre de rimar y de estar uno familiarizado con las producciones de los más aventajados ingenios; y en esas gallardías son pródigas ambas poetisas.

Clarinda pudo sustentar cátedra de Historia griega y de Mitología. Nos habla, sin femeniles escrúpulos, como mujer superior á su siglo, de los dioses y diosas del Olimpo y de Homero y la Iliada, y de Virgilio y la Eneida nos dice maravillas; manosea con desenfado á los personajes bíblicos, y casi trata 1