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Mis últimas tradiciones

Despechado Machicao, aceptó la comisión de ir á Tumbes con treinta hombres y asesinar al virrey; pero, frustrada su empresa, se apoderó de algunos buques, entregándose á monstruosas piraterías en la costa. Llegó á Panamá é intimó al vecindario que si no reconocía á Gonzalo por gobernador del Perú, saquearía la ciudad y degollaría á los recalcitrantes. Atemorizados los panameños le dieron buques, armas, dinero y nueve piezas de artillería.

La conducta de Machicao en Panamá fué asaz infame. Robó mujeres; mandó que sus soldados entrasen á las tiendas y se vistiesen de paño, sin pagarlo; y llevaba en la mano un rosario, no por devoción, sino para contar el número de mosquetes que le entregaban los vecinos.

Sus atrocidades no podían dejar de sublevar los ánimos, y se armó una conspiración; mas, descubierta por Machicao, hizo dar garrote á los cabecillas.

Salió al fin de Panamá con veintidós buques y quinientos hombres, y en la travesía apresó un bajel que le llevaba al virrey un refuerzo de armas, caballos y tropas. Entonces Blasco Núñez le hizo proposiciones para atraerlo á su bandera, y Machicao le contestó:—Tarde piaste. Cuando quise no quisiste.

En Tumbes se imaginó que algunos de los tripulantes de los buques trataban de insurreccionerse, y sin más fórmula ni proceso, lo s hizo colgar de las entenas.

Machicao tenía el proyecto de batir primero al virrey, y luego sorprender á Gonzalo, alzarse con el gobierno y proclamarse emperador del Perú. Mas, traicionado por uno de sus confidentes, Gonzalo tuvo conocimiento del pérfido plan y. á marchas forzadas, vino á unirse con Machicao en Latacunga. Este logró calmar los recelos de Pizarro, y lo acompañó á la batalla de Iñaquito.

Machicao secundaba á Francisco de Carbajal en aconsejar á Gonzalo que se alzase con el poder, desconociendo al rey de España, y su bandera fué la única que, en la batalla de Oñaquito, llevaba por lema—Pizarro—con una corona real encima.

Después de Iñaquito, Gonzalo le regaló algunos millares de