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Mis últimas tradiciones

I 1 icríticos y bibliográficos, diversas investigaciones históricas y siete ú ocho grupos de poesías.

21 No entra en mi propósito estudiar al poeta. Admiro la poesía, la leo con gusto, y viene á veces á mi espíritu como rocío del cielo en campo eriazo; pero, seré franco al confesar que puedo morirme hoy con la conciencia de no dejar tras de mí ni un miserable dístico. El despotismo de la rima y del ritmo, de hiatos y sinalefas, me han hecho siempre el efecto del lecho de Procusto. Respeto á los que aguantan este suplicio por esmaltar con más elegancia sus sentimientos y sus emociones, por darles vestidura de ángel, y por producir en el alma del lector fascinaciones más hondas; pero mi carácter selvático si se quiere, dominado por irresistibles expansiones de independencia, que le fastidian desde el papel con líneas hasta los tinteros pequeños, y que admira del águila más su libertad que su, plumaje, como del león más su individualismo instintivo que sus saltos majestuosos, este carácter, digo, no puede soportar esa sublime ociosidad que se llama versificación.

Teniendo este carácter y tal educación, eludo en lo posible criticar versos.

Me quedaré con la prosa.

II Cualesquiera que sean las opiniones que se tengan acerca de los méritos literarios de Ricardo Palma, hay algo que sobrevivirá y flotará en la superficie, mal que pese á sus críticos malignos y al diente afilado de la envidia: la originalidad como tradicionista.

Es el creador de este género de composiciones, y nadie puede arrebatarle el mérito que le corresponde como á jefe de escuela.

¿Qué es una tradición?